JULIAN ES UN JOVEN QUE TODAVÍA NO SABE QUE ES ADICTO.
Julián nombre usado para
guardar su identidad, cruza la calle que lleva directo al terminal de
transportes de Tuluá a las 3:09 de la
mañana, acaba de salir del lago chillicote,
donde consumió su último tabaco, y vio su figura escuálida reflejada en el agua
que silenciosa acallaba los croak de las ranas misteriosas que allí habitan.
Mira a su alrededor y curiosamente escucha el ruido de algunas motos que pasan por el lugar acompañadas de la
algarabía de unos cabrones que seguro, van más fumados y perdidos que él. Camina con las manos en
sus bolsillos; seguramente se dirige a su casa, ubicada en un barrio de
humildes habitantes en laderas del Río
Tuluá, el día anterior no pudo llegar temprano a casa, pues le tocó correr como
la mejor gacela huyéndole a los piches, maricas “tombos” que anunciados por una
vieja soplona, se dispusieron a seguirlo después que él robara un estúpido
cigarrillo de su carrito de dulces improvisado al frente de la galería. Eran dos, los policías
vestidos de verde, jóvenes entre 18 y 19
años, con bolillos en la mano, objeto
fálico que incita a darles una paliza severa,
por ser arrogantes y prepotentes.
Dice Julián: Corrí como un
loco, por toda la calle que de la galería lleva al lago chilicote, después de
correr como tres cuadras, me di cuenta que eran unas “bachilocas”. ¡Que estúpido!, corriéndole tal vez a los que
en unos meses estarían conmigo noctambulando por mi ciudad en busca de consuelo
o de un cachito de marihuana para pasar el frio; cuando reflexioné, me paré, en
medio de la calle, les mostré el dedo medio, levantando la mano derecha, luego
me lo metí varias veces en la boca y los miraba burlonamente tocándome con la
mano izquierda mis “guevas” venían tres
cuadras atrás, así que tenía tiempo de
mofarme con sus caras de defensores de la justicia y sus bolillos café.
Pero este momento excitante se opacó cuando veo que tras ellos venía la “Bola”, carro detestado por todos los
fumadores, expendedores, jóvenes rebeldes y uno que otro pillo; así era, se
aproximaba haciendo uso de sus sirenas y
con una velocidad que aterraba, mi
rostro cambió automáticamente de agresor simbólico, a futuro agredido por aquellos que juran proteger al pueblo y
terminan ensañándose contra él. ¡Hay Hp¡ estos tombos me agarraron, pensé. Eran eso de las 6:30 de la tarde y
después de ese breve descanso, impulsé mi cuerpo y tal como lo hace el mejor
atleta del mundo me dediqué a correr como ternero desbocado, salté por la
baranda que rodea el lago chillicote y
caí de boca y nariz en las aguas de este sitio que hasta la fecha odiaba por su
mal olor, pero que hoy, sería mi salvación, nadé hacia el centro del lago,
mientras tanto, sentía que mí cuerpo se hundía lentamente;¡ Hay Marica¡ esta vaina
sí es honda, esa fue mi reflexión antes que
golpeara mí peluda cabeza una piedrícima que mandaron los tombos. Miré de una y
allí estaban. Uno de los “bachilocas” se
estaba quitando las botas para meterse al lago tras de mí, eso fue lo último
que vi, porque me dediqué a practicar buceo, ósea meter cabeza y cuerpo bajo el agua, y aguantar
hasta que el aire se me acabara, o sino,
esperar que el “tombo” ese me agarrara, me diera una paliza, me llevara a la
estación y llamaran a mis papás.
Pero la suerte estaba conmigo, al instante los
maricas esos subieron en la “bola” y se fueron. Algunos que pasaban por el
lugar, trataban de alumbrar con sus celulares para encontrarme en medio del
agua, y comentaban mí hazaña, el perro
de uno de los ricachones que vive alrededor del lago ladraba como loco y
un agente del Cai allí ubicado apenas y asomó su cabeza para averiguar que
pasaba. Sigilosamente Salí al otro
extremo del lago, encalambrado del frio,
me senté. Por suerte, había un colchón viejo bajo unos árboles y me lo chanté
para menguar el frío. Allí estuve sentado, hasta que llegaron unos manes
peludos con pinta de bazuqueros y me ofrecieron
pegante. No gracias. Les dije. Más bien préstenme fuego para prender este
cachito. Hacía rato lo estaba secando, esa era la dosis que quitaría de mí el
cansancio, el frío y la adrenalina, me dispuse a ver los malditos perros
multicolores y las estrellas fugaces y
demás locuras que pasan por mí cabeza; además de verme musculoso, en
calzoncillos, con unas cananas en forma de cruz en el pecho, boleando bala a
los malditos “tombos” y a uno que otro
personaje negro de mi infancia, que divagan por mi cabeza… (Continuará)
Excelente
ResponderEliminarinteresante escrito, pone en perceptiva la situación por la que atraviesan los jóvenes cuando son consumidos por el vicio y por otras practicas lesivas que también afectan el entorno en el que se desenvuelven.
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