domingo, 1 de junio de 2014

¿LA MATARON? ¿SE MATÓ?



¿La mataron? ¿Se mató?

No son las 9 de la noche del sábado 4 de agosto de 2007, Rocío  entra en  su habitación para cambiar su ropa, un Jeans desgastado, una blusa azul clara de tiritas,  tenis Nike, con hendiduras en sus suelas, muy viejos; cierra la puerta se sienta en su cama, una cama vieja de madera heredada de su abuela Sara, en la cual murió años atrás. Su cuerpo está cansado, al frente tiene un espejo, lleno de tarjetas de sus amigas de colegio y cartas de algunos pretendientes, un  afiche del américa colgado detrás de la puerta del cuarto, un closet café con las tablas carcomidas por la polilla  y al que le hace falta una puerta, su ropa no está  organizada, y el cuarto huele a cosas viejas; al frente del espejo hay una ventana, al asomarse por ella se pueden conocer variedad de calzones, tangas,  medias y demás prendas de los vecinos.
También se escuchan a menudos los golpes y gritos de una pareja de recién casados que algunas noches salen a darse "madrazos" y golpes, en otras a tener sexo a la luz de la luna, “fastidian los gritos, y gemidos de esa vieja que parase una vaca cuando se la están comiendo” Comenta Rocio.

Se mira al espejo, y nota sus ojeras, su tristeza en la mirada, su pelo desarreglado, su naríz con pelos, su piel demacrada, y su mirada penetrante y triste. Acaba de llegar de buscar por las afueras de la ciudad a Juancho, su hermano, desaparecido hace días, después que ella misma lo viera en la tienda de la esquina comprado un cigarro, aunque parezca ilógico tenía 17 años y 5 de ellos los había pasado fumando cigarrillo, “nunca marihuana, porque él era un pelao sano”; deja caer su cuerpo en la cama, mientras esta “chirrea” no puede contener sus lágrimas, su impotencia, su soledad, tristeza, dolor, empuña sus sabanas fuertemente y eleva un grito desesperado ¡maldita sea esta vida!, tal vez nadie la escuchó ya que en el inquilinato que vive, todos los demás habitantes se la pasan bebidos, fumados, inmóviles por el vicio o ensordecidos con la música de los bares cercanos, donde no dejan de sonar canciones como “cuando yo me muera, del charrito negro” “la cruz de marihuana” u otros. Su cara se desfigura en llanto, y su corazón late fuertemente, no se había sentido así desde el día en que  su padre y madre, la dejaron abandonada junto con su hermano en la finca de los padrinos de bautizo, personajes que meses más tarde los echarían de  allí, porque se la pasaban viendo televisión, comiendo y alegando con María, la madrina.

En medio del llanto y del dolor, Rocío se queda dormida, sin pensar lo que sucedería.

¿Qué pasa juan? ¿Por qué no me contestabas?
Parce no te escuché, estaba oyendo una “nota” (Canción) lo dice quitándose el auricular de su oído  izquierdo.
Vamos juan, papá  está esperándonos.
¿Papá? ¡Estarás loca¡ Esa gonorrea nos dejó hace años tirados. Responde Juan.
Créeme  Juan,  es papá míralo, está al otro lado del río.

De pronto suena un relámpago y empieza a llover a cantaros, Rocío se despierta  asustada, con  su cuerpo sudoroso, y su corazón acelerado.  “Otra vez sueño lo mismo”. Dice Rocío, en medio de la oscuridad del cuarto, recuesta su cuerpo contra la cama nuevamente, con su mano derecha  acomoda la almohada, y en el instante comienza a sentir un frío inmenso, su piel se pone de “gallina”. “Qué raro, no escucho nada”,  ¿será que aún estoy soñando? ¿Porqué siento que me miran? ¿Por qué siento miedo?  Encoje lentamente su cuerpo en posición fetal agarrando como pudo su sabana, es verdad lo que piensa, no está sola, en su cuarto hay alguien más.

No deja de pensar en su hermano: “ahora sí creo que está muerto, pues siento la muerte que está aquí conmigo”.
De pronto comienzan a caer cosas de su closet, como si alguien estuviera escarbando y buscando algo, quiere gritar pero un taco en la garganta se lo impide, quiere mover su cuerpo pero está tieso del miedo, su corazón se va a salir, y trata de contener sus latidos para no  ser escuchada.

El cuarto está totalmente oscuro, de pronto, un pequeño reflejo de luz producido por los relámpagos empieza a entrar por la ventana; al mismo tiempo se va reflejando en la pared, que hay de frente a su cama una imagen, una silueta humana, sus ojos se hinchan, se comienza orinar a poquitos, trata de no respirar, su boca se abre como si elevara un grito desesperado, su cuerpo totalmente encogido, es testigo de un espectro,  cosa maligna, rara, desconocida que demolía lentamente su existencia. De repente se da cuenta que no era una, eran dos las sombras que se movían por toda la habitación en busca de algo, se escuchan sus pasos, acompañados de un viento fúnebre, de un olor a muerte, de angustia, que lentamente apagaban sus ojos, su corazón no podía más, intentó levantarse y no pudo, intento mover su cuerpo y fue imposible, solo sus ojos contemplaban aquella horrorosa danza de sombras imposibles de descubrir, fueron solo segundos, pero sentía que el tiempo se había detenido.

Al fin pudo recostar su cabeza en la almohada, sentir un ahogo profundo, traer la imagen de su hermano a la mente,  sintió que un objeto delgado y frío se apoyaba en su cuello, ahora las sombras no estaban lejos, las podía contemplar en frente de su cara, sentía que la miraban, eran ellas las que  presionaban lentamente el objeto que le dejaba si poder respirar, ya no habían fuerzas, no habían sueños, no había nadie;  lentamente sus manos y pies perdieron  su fuerza, sus ojos fijos mirando a las sombras mortuorias dilataron lentamente sus pupilas, su corazón dejó de  latir, un último suspiro se escuchó en ese cuarto del terror.

Dos días después encontraron el cadáver de la joven, con la varilla del “cortinero” en su cuello,  el cuarto con todas sus  prendas de vestir  en el suelo, objetos tirados, su cuerpo tieso, sus ojos salidos de las órbitas y las facciones de su cara completamente desfiguradas, parece que al final de su vida hubiera visto a la mismísima muerte.





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